Oración: “Al Sagrado Corazón de Jesús”.
Por Mervy Enrique González Fuenmayor.
Tomada de su versión original del viernes 06 de junio de 1997.
Trasladada a la red el domingo 26 de abril de 2009.
Ciudad y Municipio Maracaibo del Estado Zulia, República de Venezuela, América del Sur.
(Fragmentos elegidos de la sección: «MERVY GONZÁLEZ ESTÁ CONVERSANDO CON…» que formó parte de un programa radial en el que participó como conductor por espacio de cuatro años aproximadamente: 1996, 1997, 1998, 1999, que se trasmitía en una estación radioeléctrica ubicada en la ciudad de Maracaibo, Estado Zulia, República de Venezuela, América del Sur).
— ORACIÓN —
Te saludamos, corazón admirable de Jesús,
te alabamos, te bendecimos, te glorificamos,
te damos gracias, te ofrecemos nuestro corazón,
te lo entregamos y consagramos, recíbelo y poséelo entero.
Purifícalo, ilumínalo y santifícalo
a fin de que vivas y reines en él, perpetuamente.
Señor nuestro, Jesucristo,
contemplando tu corazón abierto por la lanza,
deseamos completar en nuestra carne
lo que falta de tu pasión.
Danos la valentía de reparar
nuestras propias injusticias
y las de nuestros hermanos.
Queremos hoy reconocer las injusticias
que se cometen en nuestra comunidad
y luchar por la liberación
de todos los hijos de Dios,
en unión con nuestra señora del sagrado corazón,
te rogamos por nosotros pecadores,
para que sepamos salir de nuestros egoísmos
y buscar la felicidad de nuestros hermanos.
Amén y amén.
— APLICACIÓN A NUESTRA VIDA —
CONTEMPLANDO EL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS, como lo contempló nuestra virgen madre en la cruz con el corazón traspasado por la lanza, se reflexiona en el dolor que sintió nuestro Señor y también su madre, la virgen María. Pero ese dolor se transforma en alegría y gozo cuando resuenan en nuestra memoria las palabras de Jesús: yo bajaré al sepulcro, resucitaré al tercer día y luego ascenderé al cielo, para sentarme a la diestra del padre, para garantizarles la vida eterna, porque nadie va al Padre sino es por mí. Porque Jesús nos dijo: yo soy el camino, soy la verdad y soy la vida. Gracias Jesús, gracias por ofrecernos ese, tu corazón, colmado de una infinita ternura y de una infinita capacidad de amor y de perdón. SEÑOR MÍO, JESUCRISTO, limpio de corazón y pureza para mi alma, una vez más te repito: quiero ser feliz, y tú me dirás: vive como un bienaventurado, pon en práctica el código de vida feliz que yo te he dado. En uno de sus momentos Jesús dice: “felices los que tienen el corazón puro, porque ellos verán a Dios. Felices los que tienen ojos limpios, sólo el que tenga ojos limpios podrá ver todo con mucha claridad”. El apóstol Pablo nos pidió que nos revistiéramos de Ti, evitando satisfacer los deseos la carne, de esa carne que atenta contra el espíritu. Si nos dejamos conducir por tu espíritu de amor no seremos arrastrados a los deseos de la carne. Todo esto me conmueve y atrae a mi inteligencia, aunque a veces mi voluntad se aleja débil e irresoluta. No me doy cuenta de que mi cuerpo está incorporado a Ti y es templo del Espíritu Santo, ¡oh! Sagrado Corazón de Jesús. Si tratamos con respeto a los templos de piedra, no profanándolos, con cuanta mayor razón tenemos que considerar como cosa sagrada a nuestro cuerpo, a nuestro corazón que nos dio nuestro Señor Jesucristo, piedra viva de la construcción, de su reino. ¡Oh! Sagrado Corazón de Jesús, sé que mis pecados de impureza atentan contra mi propio cuerpo y que no me pertenezco a mí mismo. Sé también que el pecado comienza en el interior de mi corazón, aunque no se haya traducido en obra externa. Pero sé también, que por ese sagrado corazón tuyo, señor Jesús, seré colmado también de perdón y de amor, de misericordia y de redención, porque tú lo prometiste y porque tú no incumples lo que prometes. Tú nos dijiste: el que mire una mujer ajena deseándola, ya cometió adulterio con ella en su corazón. Reconozco entonces que tanto mi alma como mi cuerpo han sido comprados por el precio de tu sangre. ¿Que sería de tu corazón traspasado por aquella lanza, señor Jesús? Imagino en este momento el recorrido de tu preciosa sangre, pagando los pecados de toda la Humanidad, los pecados del pasado, los pecados del presente y aun aquellos que vendrán, gracias ¡oh! Sagrado Corazón de Jesús. Por ello, hermano y hermana que me lees, ¿Por qué no tener un corazón puro como el de Jesús? Vamos a enamorarnos profundamente de ese Sagrado Corazón de Jesús, practicando la templanza y la mortificación de nuestros sentidos, siendo prudentes y puros en nuestras palabras, no buscándonos a nosotros mismos sino al hermano, en apertura generosa. ¡Oh! Sagrado Corazón de Jesús, a ti pertenecemos. Señor, quiero ver a tu Padre a través de ti y llenarme de felicidad eterna y plena. ¡ÁNIMO!, ¡GOZO!, ¡ALEGRÍA!
— NOTA DEL AUTOR —
AMIGOS Y AMIGAS, esta oración con comentario incluido, forma parte de una larga lista de ellas y que movido por el Espíritu Santo, ofrendaba al Señor de Lunes a Viernes a las siete de la mañana, en un programa radial de opinión, en el que participaba en compañía de una periodista, en el cual mi persona le dedicaba tres minutos o más (dependiendo de la Producción y/o de Máster) a orar y analizar esa oración aplicándola a la cotidianidad de nuestra vida, de nuestros actos, de nuestras alegrías, tristezas, éxitos, fracasos, tragedias, tribulaciones, bonanza, prosperidad, bienestar, etc. Todo con la intención de establecer como verdad aquella según la cual Dios siempre está con nosotros, que todo lo que nos ocurre es para bien, que existe un plan o proyecto de salvación para cada uno de nosotros diseñado por el mismísimo Dios, cuyo cumplimiento, decisión y elección depende de ti. Así que —parafraseando la escritura bíblica— «DIOS NOS HIZO SIN NUESTRO CONSENTIMIENTO, PERO NO NOS SALVARÁ SIN QUE LE OFREZCAMOS ESE CONSENTIMIENTO». Es decir, nuestro permiso y autorización. El Señor es un caballero, y estará siempre a las puertas de nuestro corazón, para que le abramos y que pueda entrar para guiar nuestra vida y ofrecernos su santidad, gozo, alegría, discernimiento, sabiduría, y sus infinitos dones espirituales y materiales.