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Posts Tagged ‘Creador’


Oración: “La libertad de los justos”.

Por Mervy Enrique González Fuenmayor.

Tomada de su versión original del martes 22 de julio de 1997.

Trasladada a la red el sábado 11 de abril de 2009.

Ciudad y Municipio Maracaibo del Estado Zulia, República de Venezuela, América del Sur.

(Fragmentos elegidos de la sección: «MERVY GONZÁLEZ ESTÁ CONVERSANDO CON…» que formó parte de un programa radial en el que participó como conductor por espacio de cuatro años aproximadamente: 1996, 1997, 1998, 1999, que se trasmitía en una estación radioeléctrica ubicada en la ciudad de Maracaibo, Estado Zulia, República de Venezuela, América del Sur).

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ORACIÓN —

La senda del justo es recta.

Tú allanas su camino.

En el sendero de tus normas

te esperamos, Señor.

Nuestro espíritu anhela

tu nombre y tu memoria.

Mi alma te ansía en la noche

y mi espíritu anda en tu busca

desde el amanecer.

Cuando tus decisiones llegan a la tierra,

los moradores del mundo

aprenden a ser justos.

Si no se perdona al malvado

nunca se aprenderá la justicia.

En tierra de honradez

el malvado actúa inicuamente

y no es capaz de ver la majestad del Señor.

Tu mano, Señor, está alzada,

pero ellos no la ven.

Verán avergonzados tu celo por tu pueblo

y el fuego los devorará

como enemigos tuyos.

Tú, Señor, nos darás prosperidad

porque llevas a término

todas nuestras empresas,

proyectos, anhelos e intenciones.

Señor, Dios nuestro, aparte de ti

no existe un poder más hermoso,

más misericordioso,

porque estás encima

de cualquier potestad o principado.

Nosotros invocamos solamente tu nombre,

¡oh! Señor, y nuestras plegarias

y oraciones realizadas con un corazón abierto

y un corazón contrito al mismo tiempo,

con rodillas postradas en tierra ante Ti,

recibimos la paz inmensa de tu amor.

Amén y amén.



— APLICACIÓN A NUESTRA VIDA —


EN ESTA PLÁTICA QUE HEMOS SOSTENIDO CON NUESTRO SEÑOR, se acentúa la confianza que todos debemos tener en Dios. Dios, que gobierna con justicia y que hará bien a su pueblo. La justicia de Dios se abre misteriosamente camino en el mundo. A veces se le puede ver en la conciencia alertada de los hombres. Los malvados no la reconocen o en todo caso la desprecian. Los justos la desean, la cantan, la celebran. Para los primeros será el castigo, en lugar teológico, el perdón reiterado no los sacaría nunca de su injusticia, pues no han abierto su corazón, ni han querido ver. Pero en contraste, con su castigo, podrán ver cómo Dios salva los justos por los caminos que fueren. Dios hará que los justos tengan su modo de prosperidad. Él libra, en todo caso, del dominio de otros señoríos al hacerse reconocer como único Señor. Todos los demás empequeñecen y servilizan. Sólo Dios engrandece y libera. Ante los otros el hombre se rebaja porque no exceden de su estatura. Ante Dios se levanta el justo, hacia alturas insospechadas. ¡ÁNIMO!, ¡GOZO!, ¡ALEGRÍA!



— NOTA DEL AUTOR —


AMIGOS Y AMIGAS, esta oración con comentario incluido, forma parte de una larga lista de ellas y que movido por el Espíritu Santo, ofrendaba al Señor de Lunes a Viernes a las siete de la mañana, en un programa radial de opinión, en el que participaba en compañía de una periodista, en el cual mi persona le dedicaba tres minutos o más (dependiendo de la Producción y/o de Máster) a orar y analizar esa oración aplicándola a la cotidianidad de nuestra vida, de nuestros actos, de nuestras alegrías, tristezas, éxitos, fracasos, tragedias, tribulaciones, bonanza, prosperidad, bienestar, etc. Todo con la intención de establecer como verdad aquella según la cual Dios siempre está con nosotros, que todo lo que nos ocurre es para bien, que existe un plan o proyecto de salvación para cada uno de nosotros diseñado por el mismísimo Dios, cuyo cumplimiento, decisión y elección depende de ti. Así que —parafraseando la escritura bíblica— «DIOS NOS HIZO SIN NUESTRO CONSENTIMIENTO, PERO NO NOS SALVARÁ SIN QUE LE OFREZCAMOS ESE CONSENTIMIENTO». Es decir, nuestro permiso y autorización. El Señor es un caballero, y estará siempre a las puertas de nuestro corazón, para que le abramos y que pueda entrar para guiar nuestra vida y ofrecernos su santidad, gozo, alegría, discernimiento, sabiduría, y sus infinitos dones espirituales y materiales.

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Oración: “Hoy regreso a ti, Señor”.

Por Mervy Enrique González Fuenmayor.

Tomada de su versión original del miércoles 16 de julio de 1997.

Trasladada a la red el  jueves 9 de abril de 2009.

Ciudad y Municipio Maracaibo del Estado Zulia, República de Venezuela, América del Sur.

(Fragmentos elegidos de la sección: «MERVY GONZÁLEZ ESTÁ CONVERSANDO CON…» que formó parte de un programa radial en el que participó como conductor por espacio de cuatro años aproximadamente: 1996, 1997, 1998, 1999, que se trasmitía en una estación radioeléctrica ubicada en la ciudad de Maracaibo, Estado Zulia, República de Venezuela, América del Sur).

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ORACIÓN —

Aquí están las cuentas Señor,

dame cautela y lucidez

en la administración de mis talentos.

Que mis cuentas estén justas

el día del encuentro.

Hazme honrado en lo pequeño.

Hazme fiel en lo mínimo.

Dame la luz de la sinceridad.

Que el sol del nuevo día

me enseñe la verdad

de ser atento a los detalles

y agradecido en la fidelidad.

Hoy regreso a ti, Señor.

Hoy amanezco con la ilusión

de volver a tus brazos.

Me siento desolado y triste

con el alma vacía entre las manos.

Pero yo sé que Tú me esperas

y tienes en la mesa un mantel

blanco, limpio y caliente,

y vino ya servido en jarro,

porque para ti, Señor,

perdonar es una fiesta.

Gracias señor Jesús,

por este día afortunado.

Amén y amén.



— APLICACIÓN A NUESTRA VIDA —


CUANDO SE PRESENTA LA OPORTUNIDAD DE CONVERSAR y platicar con el Señor, lo cual logramos frecuentemente a través de la oración, le glorificamos, le adoramos y le santificamos. Pero también en ese intercambio amoroso de palabras, de ideas, de gestos y palmaditas de bendición y de abrazo infinito y sublime, también es tiempo para comunicarle a nuestro Señor nuestras necesidades, pero también nuestras carencias en relación con las actitudes de nuestra vida. Y una de ellas está precisamente en presentarle al Señor nuestras cuentas, cuentas que en la vida deben estar equilibradas y ajustadas a una conducta honrada, honesta, con la administración justa de nuestros talentos, para que en lo pequeño seamos fieles y cuando nos toque administrar lo grande también, esa probidad, esa honradez, se manifieste. Por ello en este momento es propicio recordar que no debemos robar. El robar es una actitud no agradable al Señor, por ello hermano y hermana que me lees, debemos recordar que el Señor Dios es el dador de todo bien. Nos manda el Señor a no robar, nos manda a no cometer la grave injusticia de quitar al otro lo que le es propio, lo que ha ganado con su esfuerzo. Nos manda a no perjudicar al hermano en sus bienes y posiciones, pero también en sus posesiones. Sabemos por la enseñanza de su hijo que los ladrones no heredarán el Reino, pues el robo proviene de un corazón ladrón. También la misma enseñanza nos dice que aquel que roba deje de robar y se ponga a trabajar honestamente con sus manos para poder ayudar al que está necesitado. Se pide una conversión de ladrón a dador de bienes propios. Señor, Dios mío, Tú jamás me quitaste mis bienes, sino que me diste los tuyos. Cuando chico robaba pequeñeces, figuritas, algún papel o lápiz de mis compañeros de escuela, algún dinerito de la cartera de mamá, más adelante, ante el descuido de los empleados, sacaba pequeñeces de los supermercados y fruterías, era un ladrón en pequeño, sé que había allí pequeñez de materia, pero sin embargo mi conciencia me recriminaba diciéndome: «no es justo, jamás debo hacer al otro el mal que yo no quiero que el otro me haga». Esto es ley de oro de la justicia más elemental. Por esa razón, hermano y hermana que me lees, vamos a pedirle al Señor que no permita que eludamos nuestros impuestos justos para no robar al Estado lo que necesita para las obras de beneficio común. Haz, Señor, que siempre pague el salario justo a mis empleados, para no robarles lo que le corresponde según justicia. Haz que pague mis deudas a tiempo, pues mi acreedor requiere lo que le pertenece. Haz que siempre intente restituir lo que haya robado, sabiendo que seré feliz si cumplo tus mandamientos y observo tus leyes. Dame esa felicidad, mi Señor. ¡ÁNIMO!, ¡GOZO!, ¡ALEGRÍA!



— NOTA DEL AUTOR —


AMIGOS Y AMIGAS, esta oración con comentario incluido, forma parte de una larga lista de ellas y que movido por el Espíritu Santo, ofrendaba al Señor de Lunes a Viernes a las siete de la mañana, en un programa radial de opinión, en el que participaba en compañía de una periodista, en el cual mi persona le dedicaba tres minutos o más (dependiendo de la Producción y/o de Máster) a orar y analizar esa oración aplicándola a la cotidianidad de nuestra vida, de nuestros actos, de nuestras alegrías, tristezas, éxitos, fracasos, tragedias, tribulaciones, bonanza, prosperidad, bienestar, etc. Todo con la intención de establecer como verdad aquella según la cual Dios siempre está con nosotros, que todo lo que nos ocurre es para bien, que existe un plan o proyecto de salvación para cada uno de nosotros diseñado por el mismísimo Dios, cuyo cumplimiento, decisión y elección depende de ti. Así que —parafraseando la escritura bíblica— «DIOS NOS HIZO SIN NUESTRO CONSENTIMIENTO, PERO NO NOS SALVARÁ SIN QUE LE OFREZCAMOS ESE CONSENTIMIENTO». Es decir, nuestro permiso y autorización. El Señor es un caballero, y estará siempre a las puertas de nuestro corazón, para que le abramos y que pueda entrar para guiar nuestra vida y ofrecernos su santidad, gozo, alegría, discernimiento, sabiduría, y sus infinitos dones espirituales y materiales.

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La Nota Corta: “Cuatro pasos para alcanzar el triunfo: orar, creer, actuar y tener fe”.

Por Mervy Enrique González Fuenmayor.

Redactada el lunes 6 de abril de 2009

Publicada en la Red el jueves 9 de abril de 2009.

Ciudad y Municipio Maracaibo del Estado Zulia, República de Venezuela, América del Sur.


http://herokids.files.wordpress.com/2008/03/perseverance.jpg


EN NOSOTROS NO HAY SOLAMENTE SANTOS Y BUENOS DESEOS, sino también la voluntad de poder perseverar en el bien. Porque a veces, tenemos muy buenas intenciones y queremos mantenernos en el camino de la bondad, de la justicia, de la solidaridad. A veces iniciamos una buena obra y lo hacemos con mucha fuerza, con mucho empuje, y así continuamos, pero con el correr del tiempo algo inusitado comienza a ocurrirnos, y es la situación de que perdemos ese empuje y esa fuerza, entonces dejamos a un lado lo que ya habíamos comenzado. Por ello es importante, no tanto comenzar una obra de bien, un proyecto, una idea, un deseo que se tenga, sino materializar los mismos en conductas, en hechos, en obras, para que el final del camino y por la fuerza del Señor todo sea culminado. Por ello las santas y buenas intenciones son buenas, pero mejores son los frutos. No seas tú como el Iscariote, quien comenzó bien, siguió bien, pero al final se perdió. Por ello en esta mañana es necesario que reflexionemos sobre la constancia, pues el mundo está lleno de fracasados, de voluntades que comenzaron, de almas que arrollaron cuando hallaban en los principios el camino y hallaban allí fuerza, hallaban inquietudes y así iniciaron su camino, pero después no quisieron tener más fuerzas, ni realizar más heroísmos, en definitiva, no se habían vinculado con el Señor, o tal vez su vinculación fue muy efímera o superficial, se creyeron débiles, incapaces y se sentaron a la vera de los senderos para ver pasar la muchedumbre de los que ríen y de los que lloran. Las cosas que veían antes han perdido para ellos el encanto que los sugestionaba. Los horizontes se han tapiado de sombras descorazonantes. Es que se ha perdido la visión de las alturas y también de las distancias. Se había creído que el cielo se tocaba con sólo levantar la mano en un instante, y ante la decepción de muchos esfuerzos realizados con poca fe, que no rindieron sus frutos como los pregustaba el paladar han desmayado, han dudado del camino y como los ciegos se han sentado junto a él, para sentir pasar la caravana de las multitudes y poder alargar la mano mendigando una sonrisa, un placer, un trocito de lodo perfumado con esencia. La inconstancia ha sido siempre la generadora de todos los fracasos, no se tiene valor para sobrellevar una decepción, una aridez espiritual, una sequedad sensible, y se abandonan todos los buenos propósitos, todos los buenos comienzos, para correr detrás de lo que halaga la vista o los sentidos. No seas nunca así, amigo y amiga. No dudes jamás de tu camino aunque encuentres sombras y espinas, desiertos o guijarros, Jesús esta contigo y con él llegarás con seguridad a la glorificación de las alturas. ¡Ánimo! ¡Gozo! ¡Alegría!

(Esta reflexión ha sido tomada parcialmente de la oración “PERSEVERAR HASTA EL FINAL” de Mervy Enrique González Fuenmayor publicada el del 22 de octubre de 2008).

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La Nota Corta: “El temor a Dios: ¿Temor enfermizo o temor reverencial?”.

Por Mervy Enrique González Fuenmayor.

Redactada el domingo 5 de abril de 2009

Publicada en la Red el martes 7 de abril de 2009.

Ciudad y Municipio Maracaibo del Estado Zulia, República de Venezuela, América del Sur.

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En innumerables oportunidades le hemos hecho saber al Señor lo difícil que es para nosotros los seres humanos pendular entre lo que es el temor y la excesiva confianza. También para que el Señor nos dé la luz, la oportunidad y la capacidad de precisar el temor —en cuanto una noción o definición— que nos invade a veces de sensaciones ambiguas y que en momentos de nuestra vida nos confunde. Pero el temor a Dios, no es un temor enfermizo, no es un temor patológico; es un temor santo, es un temor reverencial, es un temor por el respeto que nos merece nuestro Padre, nuestro Creador; que nos merece el Verbo encarnado en la persona de Jesucristo, que nos merece el Espíritu Santo. Por eso nuestras conductas, nuestras actitudes cotidianas, nuestros modos de obrar deben estar siempre subordinados a ese temor, pero no el temor que a veces algunos predicadores utilizan como bandera: «el temor por el temor a Dios, porque te va castigar», porque el Señor tiene, según ellos, preparados para ti y para mí, «una gran paila de azufre, el tormento indescriptible e indescifrable». No, nuestro Dios es un Dios de amor, de misericordia, de paz, de justicia. Por ello, es bueno que reflexionemos en que el temor debe coexistir con el amor, porque el temor a Dios es un temor santo. Es de alguna forma una especie de termómetro, de valla que impide que nosotros continuemos incurriendo, en conductas y obras que lesionan no solamente nuestro cuerpo, sino también la obra del Señor y su Palabra. Has de temer y amar. Amor y temor son un binomio necesario en la existencia o en el ciclo vital de todos y cada uno de nosotros. Pero que ese temor, que es temor santo a la voluntad de Dios, no se transforme en ese temor patológico, enfermizo que te vaya a restar también iniciativas en beneficio de la sociedad. Vamos a pedirle al Señor que en cada momento, en cada actitud y cada conducta que nosotros iniciemos, desarrollemos, esté siempre presente su voluntad y subordinarnos a esta voluntad. Sólo así, temor y amor coexistirán en un equilibrio perfecto, armónico. Porque cuando nos subordinamos a la voluntad del Señor y cumplimos sus preceptos y mandamientos, estamos seguros de que nuestros actos, de que nuestras obras agradarán al Señor. «TEME PERO AMA, AMA PERO TEME». ¡Ánimo! ¡Gozo! ¡Alegría!

(Esta reflexión ha sido tomada parcialmente del programa radial Mervy González está Conversando con… del 15 de octubre de 2007).

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La Nota Corta: “Una elección importante: ¿Conocimiento o sabiduría?”

Por Mervy Enrique González Fuenmayor.

Publicada en la Red el miércoles 1 de abril de 2009.

Ciudad y Municipio Maracaibo del Estado Zulia, República de Venezuela, América del Sur.

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SOLICITARLE AL SEÑOR QUE NOS DÉ SABIDURÍA es un privilegio y un beneficio que hemos obtenido por el sacrificio de Jesús, pues si bien es cierto que por el pecado de un hombre entró la muerte a todos los hombres, también por el sacrificio limpio, puro, sin mancha, desde donde sale el sol hasta el ocaso, entró la gracia y el perdón, ese sacrificio de nuestro buen Jesús, que nos redimió tanto de las culpas pasadas, como de las presentes y también de las futuras. Todas esas razones nos llevan a afirmar que es muy importante la sabiduría en el ser y esa sabiduría no llega del conocimiento humano; la sabiduría es un tesoro que proviene de lo alto. No importa cuál sea tu situación, ve y pídele al Señor sabiduría, serenidad para aceptar aquellas cosas que no puedes cambiar; aunque tú hagas los esfuerzos que hagas, aunque tú proyectes y programes lo que a bien tengas, hay cosas que no podrás cambiar nunca. Pero entonces, también pídele al Señor que te dé valor, valor para cambiar aquéllas cosas que sí puedes cambiar. Pero todas estas invocaciones, imploraciones y solicitudes que le haces al Señor no serían válidas, no serían legítimas, si no le ruegas al Señor que te dé la sabiduría para distinguir entre aquellas cosas que no puedes cambiar y aquellas que sí puedes cambiar. Y en estas últimas, también debes rogar al Señor para que te dé la fuerza suficiente, el valor necesario, para emprender el cambio de esas cosas. A veces son realidades exteriores a nuestra vida, pero la mayor parte de ellas son realidades de nuestra interioridad. El cambio viene de dentro hacia fuera, no de fuera hacia dentro. Debemos cambiar nosotros mismos para poder obtener una transformación exterior y del mundo que nos rodea. Cambiar la pobreza en riqueza de espíritu, la injusticia en justicia, lo malo en lo bueno, lo oscuro en luz, el hambre en abundancia física y espiritual. El secreto de todo está en comprender el gran problema de la vida y la misión que a cada uno nos ha asignado el Hacedor Supremo. El problema de la vida lo conoces bien. Somos viajeros del tiempo que vamos camino a la eternidad. Dios nos ha dado a cada uno el tesoro inapreciable de la vida. Encerrando en la cárcel de un cuerpo de barro, la realidad de un espíritu inmortal. Nuestra misión, que llamaríamos interna, no puede entonces ser otra que la de cuidar y hermosear nuestra alma, la de purificarla, aquilatarla y llenarla de los supremos encantos del amor divino. La misión externa la debes deducir del medio ambiente en que te encuentras, del malestar social, familiar, que tu alrededor adviertas, de las necesidades morales o materiales que vayas palpando, y también de tus propias inclinaciones, actitudes y aptitudes para aliviar el mal de los demás, bien sea espiritual, religioso, moral o económico. Es necesario comprender las obligaciones que impone el precepto de Cristo de amarnos los unos a los otros. No somos partículas sin cohesión, dispersas y perdidas en la sociedad, sin obligaciones sociales. Somos células vivas de una sociedad en marcha, no podemos despreocuparnos de su mejoramiento ni de su bienestar, ya que éstos son el resultado lógico de la colaboración de todo el organismo, de cada una de sus partes y de cada una de sus células. Tu misión como cristiano debe ser, entonces, el apostolado de la verdad y del bien, la irradiación de la luz y de la belleza, de la bondad y del amor del divino Evangelio de Jesús. ¡Ánimo! ¡Gozo! ¡Alegría!

(Tomado parcialmente de GONZÁLEZ FUENMAYOR, Mervy Enrique. Oración “Espíritu de Sabiduría”. Venezuela. 2008. SPE/SPI [En línea] http://mervyster.blogspot.com).

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