Oración: “Una contrición necesaria”.
Por Mervy Enrique González Fuenmayor.
Tomada de su versión original del martes 30 de septiembre de 1997.
Trasladada a la red el lunes 9 de marzo de 2009.
Ciudad y Municipio Maracaibo del Estado Zulia, República de Venezuela, América del Sur.
(Fragmentos elegidos de la sección: «MERVY GONZÁLEZ ESTÁ CONVERSANDO CON…» que formó parte de un programa radial en el que participó como conductor por espacio de cuatro años aproximadamente: 1996, 1997, 1998, 1999, que se trasmitía en una estación radioeléctrica ubicada en la ciudad de Maracaibo, Estado Zulia, República de Venezuela, América del Sur).
— ORACIÓN —
Señor mío Jesucristo,
verdadero Dios
y verdadero hombre
realmente presente
en el sacramento del altar.
Te adoro desde el abismo
de mi mismísima miseria
y de mi nada,
te doy gracias
de lo íntimo de mi corazón,
por la institución
de este inefable misterio,
en el cual nos has mostrado
tu inmensa caridad.
Confuso vengo
y lleno de dolor por la ingratitud
con que hasta ahora he correspondido.
¡Oh! Jesús mío, a tu infinita piedad
vengo nuevamente.
Me has llamado muchas veces.
He escuchado las invitaciones de tu amor
y no sólo no he correspondido
a ellas como debía,
sino que te volvía la espalda
y te depreciaba.
Tú no te has cansado de esperar
y aquí estoy, salvador mío,
con el deseo de que tu presencia
y compasión triunfen al fin
de mi funesta rebeldía.
Por la constancia
amorosa e invencible con que sufres
en el Santísimo Sacramento
todos nuestros ultrajes,
por el sacrificio sangriento
de nuestra redención
en cuya memoria instituiste
la adorable eucaristía.
Perdóname, Señor,
mis muchos pecados.
Cura mi pobre alma, Señor,
y haz que fortalecida
con este divino manjar,
emprenda con valor y perseverancia
el camino de las virtudes cristianas,
hasta llegar a conseguir
la eterna salvación.
Amén y amén.
— APLICACIÓN A NUESTRA VIDA —
CUANDO COLOCAMOS EN LAS MANOS DEL SEÑOR TODAS NUESTRAS PENURIAS, nuestras dificultades, nuestras rebeldías, nuestro poco apego por su Palabra, y reconocemos ante Él que hemos fallado, que no hemos cultivado las virtudes espirituales en nuestra vida, entonces el Señor siempre con sus brazos extendidos nos dará esa oportunidad. Oportunidad de redención, oportunidad de cambio y de transformación en nuestra vida. Es una oportunidad que siempre está allí. Jesús está con nosotros, siempre, hasta el final de los tiempos. Ya él lo dijo en su Palabra y Jesús no miente, no falla, está siempre allí, como luz encendida en medio de nuestras tinieblas, indicándonos que debemos amarlo, seguir sus caminos, cultivar la espiritualidad para llegar a entender con profundidad el mensaje esperanzador de su Palabra. Hermano y hermana, existen almas de difícil comprensión, pero Jesús es omnisciente, lo conoce todo. En esas almas, a veces hay un instinto, un deseo de subir, de ascender y de mejorar, y siguiendo ese impulso y ese instinto, llegan muchas veces a triunfar en la vida, pero desgraciadamente esas almas no pasan de un mejoramiento natural, se hacen buenos y lo son, pero desconocen el mundo de lo sobrenatural, no llegan nunca a ese plano superior porque lo ignoran o lo olvidan. Es necesario que tú comprendas toda su belleza. Tu vida no debe ser sólo un conjunto de virtudes naturales, debes elevarla al plano espiritual, al plano del conocimiento del Señor, de nuestra subordinación a sus designios y su Palabra. Allí debemos elevarnos, donde está su luz y el reino de lo divino. Es necesario, hermano y hermana, que tu alma se levante sobre la vida meramente humana y entre de lleno a ese mundo superior desde donde se contempla la vida de muy distinta manera. Ese mundo prometido por el Señor, ese mundo de amor, de paz, de misericordia, de justicia, de sosiego. La fe es el sol que ilumina ese mundo. La gracia es la vida con que se vive en Él. Y el amor es el fuego divino que impulsa al espíritu hacia las cumbres de la perfección que se levantan en sus horizontes. ¡ÁNIMO!, ¡GOZO!, ¡ALEGRÍA!
— NOTA DEL AUTOR —
AMIGOS Y AMIGAS, esta oración con comentario incluido, forma parte de una larga lista de ellas y que movido por el Espíritu Santo, ofrendaba al Señor de Lunes a Viernes a las siete de la mañana, en un programa radial de opinión, en el que participaba en compañía de una periodista, en el cual mi persona le dedicaba tres minutos o más (dependiendo de la Producción y/o de Máster) a orar y analizar esa oración aplicándola a la cotidianidad de nuestra vida, de nuestros actos, de nuestras alegrías, tristezas, éxitos, fracasos, tragedias, tribulaciones, bonanza, prosperidad, bienestar, etc. Todo con la intención de establecer como verdad aquella según la cual Dios siempre está con nosotros, que todo lo que nos ocurre es para bien, que existe un plan o proyecto de salvación para cada uno de nosotros diseñado por el mismísimo Dios, cuyo cumplimiento, decisión y elección depende de ti. Así que —parafraseando la escritura bíblica— «DIOS NOS HIZO SIN NUESTRO CONSENTIMIENTO, PERO NO NOS SALVARÁ SIN QUE LE OFREZCAMOS ESE CONSENTIMIENTO». Es decir, nuestro permiso y autorización. El Señor es un caballero, y estará siempre a las puertas de nuestro corazón, para que le abramos y que pueda entrar para guiar nuestra vida y ofrecernos su santidad, gozo, alegría, discernimiento, sabiduría, y sus infinitos dones espirituales y materiales.