La Nota Corta: “Me siento mal… no tengo cualidades para brillar”.
Por Mervy Enrique González Fuenmayor.
Redactado el miércoles 25 de febrero de 2009.
Publicado en la Red el sábado 28 de febrero de 2009.
Ciudad y Municipio Maracaibo del Estado Zulia, República de Venezuela, América del Sur.
COMO DICEN EN MI CIUDAD, MARACAIBO: «no es maña sino costumbre». Algunas veces vamos por allí por el mundo gimoteando, llorando, quejándonos, exhibiendo nuestras penas y nuestras tristezas; prácticamente vamos con un megáfono en nuestra mano colocado cerca de la comisura de los labios manifestándole a todo el mundo que estamos deprimidos, que nos sentimos muy mal, que Dios no nos ha concedido suficientes dones y talentos y que no tenemos cualidades para brillar. Es la misma historia. Pasamos la mayor parte de nuestra vida viendo el arado, pero incapaces de poner nuestras manos en él para iniciar la tarea creadora y productora. Acostumbramos a echarle la culpa a Dios por nuestros contratiempos, por nuestros inconvenientes, por nuestras incomprensiones, por nuestra equivocada forma de asumir las contrariedades y situaciones que la vida cotidiana nos plantea. Es una quejabanza necia, absurda y carente de una buena dosis argumental razonable y aceptable.
La mayoría de la gente siente depresión al pensar en sus deficientes cualidades, sobretodo porque se dedican a compararse con los que brillan y triunfan de manera especial. En la vida todo es competencia, y siempre encontraremos en toda actividad a alguien que es mejor que nosotros, y esto nos puede traer autocompasión y depresión. Y nos dedicamos a hacer comparaciones injustas entre nosotros y los demás. Comparamos nuestros aspectos flacos y débiles con los aspectos fuertes de los otros. Cuando debería ser más bien lo contrario.
“DOBLE CAMPEONATO, PERO FALSO.
Se cuenta de un caso de una persona que decía: «logré vencer al campeón mundial de boxeo y al campeón mundial de billar». La gente le preguntaba: —¿cómo logró vencerlos? Y esa persona cada vez que le preguntaban lo mismo respondía lo siguiente —Al campeón de billar lo vencí boxeando y al campeón de boxeo lo vencí jugando el brillar…. Así si es fácil vencer. Y eso es lo que hacemos contra nosotros mismos: Comparamos un aspecto exitoso del otro con un aspecto defectuoso nuestro y empezamos a creer injustamente que somos gentes sin cualidades.
Nos comparamos con el modo maravilloso con el que aquel hombre famoso juega al fútbol, al lado de él nos sentimos como un cero a la izquierda. Pero ¿por qué no compararnos más bien con ese jugador del fútbol en el aspecto religioso, en el trato con la familia, en el cumplimiento del deber diario? Ya veremos que en esto ya no nos sentimos tan chiquitos ante él. Nos comparamos con aquel que tiene una capacidad asombrosa para adquirir y acumular dinero, y sentimos que somos nada ante él. ¿Pero por qué no comparar nuestra vida en la familia, con la vida agitada y angustiada que él vive? ¿Por qué no comparar la suave amistad y paz que tenemos con Dios, con el abandono espiritual que quizás está sufriendo el otro? Cada uno es fuerte en algún aspecto de su vida y débil en otros. A ellos y a nosotros a todos nos sucede lo mismo.
Entonces ¿por qué desanimarnos por nuestras fallas en vez de pensar en nuestras cualidades? No nacimos, además, para brillar sino para cumplir bien nuestros deberes diarios y ganarnos con ellos un alto puesto en el cielo. Y allá «muchos primeros serán los últimos, y muchos últimos serán primeros», decía Cristo (Lucas, 13,30).
Aquí podemos estar de últimos por unas docenas de años, pero sí cumplimos seriamente y con alegría nuestros deberes diarios no nos queda otro destino que el de ser del grupo de los «primeros» en el reino de los cielos para siempre, para siempre. Amén.»
(LE HAYE, T. y SALESMAN, Eliécer. Cómo alejar la depresión, la tristeza y el mal genio. Santa Fe de Bogotá, Centro Editorial Don Bosco. 1993. pp 250-251).
Finalizo esta nota corta o la siguiente reseña:
Aunque sientas el cansancio,
Aunque el triunfo te abandone,
Aunque un error te lastime,
Aunque un negocio se quiebre,
Aunque una traición te hiera,
Aunque una ilusión se apague,
Aunque el dolor queme tus ojos,
Aunque ignoren tus esfuerzos,
Aunque la ingratitud sea la paga,
Aunque la incomprensión corte tu risa,
Aunque todo parezca nada,
VUELVE A EMPEZAR. . .
Recuerda que Dios está siempre con todos y cada uno de nosotros, es el amigo que no falla, es el padre que nos guía, es nuestra fortaleza, es nuestro cayado, es la fuerza que permite que venzamos cualquier obstáculo, es principio y fin de todas las cosas. Con Él podemos contar siempre en todo lugar y en todo momento. Confía en Dios, confía en su poder, confía en su amor, confía en su misericordia, confía en su perdón, confía en su piedad, confía en su justicia y podrás triunfar en cualquier cosa que te propongas. Amén y amén.