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Oración: “Prepárame, Señor”.

Por Mervy Enrique González Fuenmayor.

Tomada de su versión original del lunes 09 de junio de 1997.

Trasladada a la red el domingo 26 de abril de 2009.

Ciudad y Municipio Maracaibo del Estado Zulia, República de Venezuela, América del Sur.

(Fragmentos elegidos de la sección: «MERVY GONZÁLEZ ESTÁ CONVERSANDO CON…» que formó parte de un programa radial en el que participó como conductor por espacio de cuatro años aproximadamente: 1996, 1997, 1998, 1999, que se trasmitía en una estación radioeléctrica ubicada en la ciudad de Maracaibo, Estado Zulia, República de Venezuela, América del Sur).

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ORACIÓN —


Eres río de agua viva, Jordán de mi corazón.

Sepúltame en tu corriente y bautízame en tu amor.

Conságrame con tu espíritu y empápame con tu unción.

Hazme renacer de nuevo, hijo pequeño de Dios.

Tú nos has dicho: He resucitado, soy yo.

Ve y anuncia el Evangelio,

sé testigo de mi obra con tu palabra de fuego.

Es hora de caminar, de prender el fuego nuevo

y comienza por tu casa a ser testigo del Reino.

Quien se da a sí mismo, ¿qué más puede entregar?

La viuda dio centavos guardados por necesidad,

con ello dio su corazón y Dios bendijo su bondad,

lo difícil no es dar limosnas, sino entregarse a los demás.

Te espero, mi Señor, estoy despierto

y preparado antes que el día goce en despuntar.

Mi corazón se alegra y canta: ven Señor, no tardes en llegar,

hasta el pecado de mi carne se viste de alegría al esperar.

Amén y amén.



— APLICACIÓN A NUESTRA VIDA —



EN ESTA PLÁTICA AMOROSA CON EL SEÑOR hemos disertado acerca de la necesidad de estar preparados siempre, para ser testigos de la obra del Señor a través de nuestros actos, de nuestras conductas, asumiendo dentro de la sociedad en la cual vivimos una conducta ejemplar, una conducta acorde con los patrones de la moral, de la honestidad, de la justicia, porque en nuestra vida estamos sujetos a diferentes pruebas y a veces podemos ser tentados a caer en conductas que no son precisamente las que el Señor quiere de nosotros, ni las que a Él le agradan. Así como existe el vértigo de sentir entre las manos la eficacia de Dios, por desventura, existe también el vértigo de gritar que ya no se cree en el Señor. Así cuando todo se oscurece ante nosotros y su luz se esconde tras las nubes tormentosas de la prueba, hay quienes dicen «Ya no creo en el Señor”, pero nada más claro que la existencia de Dios y nada más oscuro, pues nada nos proporciona una alegría tan gozosa como sentir nuestra mano en la mano del Señor y no hay oscuridad más dolorosa que los momentos de fe desnuda. Gracias a la fe creemos que Dios ha creado el mundo, nuestros mandamientos nos ayudan mas no bastan. Podemos decir, con verdad, que tenemos a la vista todas las pruebas capaces de demostrar su presencia y al mismo tiempo podemos experimentar el temor de que nada es posible añadir con fuerza suficiente para que depongamos nuestra incredulidad. La fe no es sentimiento ni raciocinio, es un acto de abandono en la oscuridad a un Dios escondido para nuestra naturaleza de hombres. A un Dios, que a veces esconde, que a veces es tinieblas, pero no por falta de luz sino porque esa luz que nos deslumbra y a la que no estamos acostumbrados todavía, dentro del curso de nuestra pequeña historia, nos enceguece por la falta de nuestra fe y la falta de conocimiento del Señor. Por ello en ese campo donde convergen la razón y la fe, en donde se cruzan luces y sombras, provenientes de esferas tan distintas como las de lo invisible y de lo visible, es a veces complicado para nuestra capacidad pequeña de ser humano. La luz que emana de la nube divina de lo que no se ve y no se conoce, al encontrarse con la tierra en que vivimos, forma como una niebla, tal como lo dice son Pablo: niebla que envuelve todas las cosas y nos obliga a caminar, como a tientas , según se narra en los hechos de los apóstoles. Pero esto nos hace precavidos y nos sumerge en el ansia continua de la espera, de una de una espera que nos obliga a fijar la mirada siempre adelante y que nos da la impresión de un destello repentino de sol, que en su día vendrá. Y en este campo difícil, Dios nos aguarda. Antes o después como esperó a Abraham, a Moisés, a Job, porque Dios normalmente nos deja vivir en nuestras tiendas, como al pequeño Isaac bajo la mirada amorosa del padre, nos deja reír, correr tranquilos como hijos amados, por la casa de su padre, o sobre la colina de la vida, llena de paz y de abundancia, entonces no se duda de Él. Y hasta es fácil como el latir de corazones jóvenes o el respirar profundo y saludable del que se encuentra bien. Pero cuando nos llega la prueba el cielo se oscurece y la fe se desnuda como cuchillos sin funda que nos hunde la carne y entonces exclamamos ¿Pero es posible que un Dios tan amoroso exija tal sacrificio?¿No es un engaño acaso toda nuestra fe? ¿Tal vez una ilusión psicológica? ¿Es posible que hayan niños muriéndose de hambre? ¿Es posible que un inocente muera mientras triunfa el malvado? ¿Es posible de un temblor de tierra abata la casa de los pobres y que una sequía mengüe aún más su miserable saco de arroz? Es la hora de la prueba, es la hora del escándalo, ante nuestras angustias el cielo sigue cerrado, silente, y nuestra súplica vuelve sin respuesta. Debemos estar apegados a la voluntad del Señor. El Señor es el único Dios, principio y fin de todo, vino para darnos vida eterna, sin Él nada podemos hacer, sin Él nos perdemos en las tinieblas porque Él es la luz, de allí que la confianza y la fe no debe abandonarnos nunca. ¡ÁNIMO!, ¡GOZO!, ¡ALEGRÍA!



— NOTA DEL AUTOR —


AMIGOS Y AMIGAS, esta oración con comentario incluido, forma parte de una larga lista de ellas y que movido por el Espíritu Santo, ofrendaba al Señor de Lunes a Viernes a las siete de la mañana, en un programa radial de opinión, en el que participaba en compañía de una periodista, en el cual mi persona le dedicaba tres minutos o más (dependiendo de la Producción y/o de Máster) a orar y analizar esa oración aplicándola a la cotidianidad de nuestra vida, de nuestros actos, de nuestras alegrías, tristezas, éxitos, fracasos, tragedias, tribulaciones, bonanza, prosperidad, bienestar, etc. Todo con la intención de establecer como verdad aquella según la cual Dios siempre está con nosotros, que todo lo que nos ocurre es para bien, que existe un plan o proyecto de salvación para cada uno de nosotros diseñado por el mismísimo Dios, cuyo cumplimiento, decisión y elección depende de ti. Así que —parafraseando la escritura bíblica— «DIOS NOS HIZO SIN NUESTRO CONSENTIMIENTO, PERO NO NOS SALVARÁ SIN QUE LE OFREZCAMOS ESE CONSENTIMIENTO». Es decir, nuestro permiso y autorización. El Señor es un caballero, y estará siempre a las puertas de nuestro corazón, para que le abramos y que pueda entrar para guiar nuestra vida y ofrecernos su santidad, gozo, alegría, discernimiento, sabiduría, y sus infinitos dones espirituales y materiales.

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Oración: “Al Sagrado Corazón de Jesús”.

Por Mervy Enrique González Fuenmayor.

Tomada de su versión original del viernes 06 de junio de 1997.

Trasladada a la red el domingo 26 de abril de 2009.

Ciudad y Municipio Maracaibo del Estado Zulia, República de Venezuela, América del Sur.

(Fragmentos elegidos de la sección: «MERVY GONZÁLEZ ESTÁ CONVERSANDO CON…» que formó parte de un programa radial en el que participó como conductor por espacio de cuatro años aproximadamente: 1996, 1997, 1998, 1999, que se trasmitía en una estación radioeléctrica ubicada en la ciudad de Maracaibo, Estado Zulia, República de Venezuela, América del Sur).

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ORACIÓN —

Te saludamos, corazón admirable de Jesús,

te alabamos, te bendecimos, te glorificamos,

te damos gracias, te ofrecemos nuestro corazón,

te lo entregamos y consagramos, recíbelo y poséelo entero.

Purifícalo, ilumínalo y santifícalo

a fin de que vivas y reines en él, perpetuamente.

Señor nuestro, Jesucristo,

contemplando tu corazón abierto por la lanza,

deseamos completar en nuestra carne

lo que falta de tu pasión.

Danos la valentía de reparar

nuestras propias injusticias

y las de nuestros hermanos.

Queremos hoy reconocer las injusticias

que se cometen en nuestra comunidad

y luchar por la liberación

de todos los hijos de Dios,

en unión con nuestra señora del sagrado corazón,

te rogamos por nosotros pecadores,

para que sepamos salir de nuestros egoísmos

y buscar la felicidad de nuestros hermanos.

Amén y amén.



— APLICACIÓN A NUESTRA VIDA —


CONTEMPLANDO EL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS, como lo contempló nuestra virgen madre en la cruz con el corazón traspasado por la lanza, se reflexiona en el dolor que sintió nuestro Señor y también su madre, la virgen María. Pero ese dolor se transforma en alegría y gozo cuando resuenan en nuestra memoria las palabras de Jesús: yo bajaré al sepulcro, resucitaré al tercer día y luego ascenderé al cielo, para sentarme a la diestra del padre, para garantizarles la vida eterna, porque nadie va al Padre sino es por mí. Porque Jesús nos dijo: yo soy el camino, soy la verdad y soy la vida. Gracias Jesús, gracias por ofrecernos ese, tu corazón, colmado de una infinita ternura y de una infinita capacidad de amor y de perdón. SEÑOR MÍO, JESUCRISTO, limpio de corazón y pureza para mi alma, una vez más te repito: quiero ser feliz, y tú me dirás: vive como un bienaventurado, pon en práctica el código de vida feliz que yo te he dado. En uno de sus momentos Jesús dice: “felices los que tienen el corazón puro, porque ellos verán a Dios. Felices los que tienen ojos limpios, sólo el que tenga ojos limpios podrá ver todo con mucha claridad”. El apóstol Pablo nos pidió que nos revistiéramos de Ti, evitando satisfacer los deseos la carne, de esa carne que atenta contra el espíritu. Si nos dejamos conducir por tu espíritu de amor no seremos arrastrados a los deseos de la carne. Todo esto me conmueve y atrae a mi inteligencia, aunque a veces mi voluntad se aleja débil e irresoluta. No me doy cuenta de que mi cuerpo está incorporado a Ti y es templo del Espíritu Santo, ¡oh! Sagrado Corazón de Jesús. Si tratamos con respeto a los templos de piedra, no profanándolos, con cuanta mayor razón tenemos que considerar como cosa sagrada a nuestro cuerpo, a nuestro corazón que nos dio nuestro Señor Jesucristo, piedra viva de la construcción, de su reino. ¡Oh! Sagrado Corazón de Jesús, sé que mis pecados de impureza atentan contra mi propio cuerpo y que no me pertenezco a mí mismo. Sé también que el pecado comienza en el interior de mi corazón, aunque no se haya traducido en obra externa. Pero sé también, que por ese sagrado corazón tuyo, señor Jesús, seré colmado también de perdón y de amor, de misericordia y de redención, porque tú lo prometiste y porque tú no incumples lo que prometes. Tú nos dijiste: el que mire una mujer ajena deseándola, ya cometió adulterio con ella en su corazón. Reconozco entonces que tanto mi alma como mi cuerpo han sido comprados por el precio de tu sangre. ¿Que sería de tu corazón traspasado por aquella lanza, señor Jesús? Imagino en este momento el recorrido de tu preciosa sangre, pagando los pecados de toda la Humanidad, los pecados del pasado, los pecados del presente y aun aquellos que vendrán, gracias ¡oh! Sagrado Corazón de Jesús. Por ello, hermano y hermana que me lees, ¿Por qué no tener un corazón puro como el de Jesús? Vamos a enamorarnos profundamente de ese Sagrado Corazón de Jesús, practicando la templanza y la mortificación de nuestros sentidos, siendo prudentes y puros en nuestras palabras, no buscándonos a nosotros mismos sino al hermano, en apertura generosa. ¡Oh! Sagrado Corazón de Jesús, a ti pertenecemos. Señor, quiero ver a tu Padre a través de ti y llenarme de felicidad eterna y plena. ¡ÁNIMO!, ¡GOZO!, ¡ALEGRÍA!


— NOTA DEL AUTOR —


AMIGOS Y AMIGAS, esta oración con comentario incluido, forma parte de una larga lista de ellas y que movido por el Espíritu Santo, ofrendaba al Señor de Lunes a Viernes a las siete de la mañana, en un programa radial de opinión, en el que participaba en compañía de una periodista, en el cual mi persona le dedicaba tres minutos o más (dependiendo de la Producción y/o de Máster) a orar y analizar esa oración aplicándola a la cotidianidad de nuestra vida, de nuestros actos, de nuestras alegrías, tristezas, éxitos, fracasos, tragedias, tribulaciones, bonanza, prosperidad, bienestar, etc. Todo con la intención de establecer como verdad aquella según la cual Dios siempre está con nosotros, que todo lo que nos ocurre es para bien, que existe un plan o proyecto de salvación para cada uno de nosotros diseñado por el mismísimo Dios, cuyo cumplimiento, decisión y elección depende de ti. Así que —parafraseando la escritura bíblica— «DIOS NOS HIZO SIN NUESTRO CONSENTIMIENTO, PERO NO NOS SALVARÁ SIN QUE LE OFREZCAMOS ESE CONSENTIMIENTO». Es decir, nuestro permiso y autorización. El Señor es un caballero, y estará siempre a las puertas de nuestro corazón, para que le abramos y que pueda entrar para guiar nuestra vida y ofrecernos su santidad, gozo, alegría, discernimiento, sabiduría, y sus infinitos dones espirituales y materiales.

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Oración: “Aquí estoy, Señor. Envíame”.

Por Mervy Enrique González Fuenmayor.

Tomada de su versión original del jueves 05 de junio de 1997.

Trasladada a la red el domingo 26 de abril de 2009.

Ciudad y Municipio Maracaibo del Estado Zulia, República de Venezuela, América del Sur.

(Fragmentos elegidos de la sección: «MERVY GONZÁLEZ ESTÁ CONVERSANDO CON…» que formó parte de un programa radial en el que participó como conductor por espacio de cuatro años aproximadamente: 1996, 1997, 1998, 1999, que se trasmitía en una estación radioeléctrica ubicada en la ciudad de Maracaibo, Estado Zulia, República de Venezuela, América del Sur).

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ORACIÓN —


¿Dónde está mi luz?

Me invitas a ser luz,

mientras levanta el sol su fuego.

Qué claro queda el día.

Qué concretas se ven las cosas.

La luz es la belleza del planeta

y el gozo de la creación.

Prende mi corazón en ti, Señor,

y hazme ser alegría de la tierra.

Es mañana de luz,

la tierra se abre al sol.

Siembra en mi corazón

el grano de tu Palabra

¡Oh! Sembrador

y hazme semilla de tu reino

sembrada con amor.

Aquí estoy, envíame.

Ya se anuncia el sol sobre la noche

y alegra el rostro de la tierra.

Su paso es Evangelio de alegría,

sembrado con besos de cariño.

Señor, mírame y llámame,

quiero ser Evangelio de esperanza,

semilla de tu Pascua

y luz de un nuevo amanecer.

Te seguiré, Señor, aunque me censuren,

me ofendan y critiquen.

¡Qué difícil ser profeta en tierra propia, Señor!

¡Qué difícil entre hermanos ser palabra de tu amor!

Cuando los ojos se cierran,

imposible es ver el sol.

Jesús: dame en este día ser testigo de tu voz.

Amén y amén.


— APLICACIÓN A NUESTRA VIDA —


HEMOS CONVERSADO CON EL SEÑOR. Hemos sostenido con Él un diálogo. Con Él hemos conversado acerca de lo difícil que es ver la verdad, cuando cerramos nuestros ojos. Hemos conversado acerca de lo que es ser soldado de Cristo, ser profeta en la tierra que nos vio nacer. La historia sagrada está preñada de ejemplos, de todos aquellos que siendo profetas en su tierra, cargaron con la responsabilidad, el estigma y la consecuencia de perder hasta la vida por llevar el mensaje del Señor. Pero en la mañana de hoy, conversando con nuestro Señor, hemos aprendido que Él nos ha dicho que Él es la luz, que Él es el camino, que de Él es el reino. Y cuando se camina en la luz no se siente miedo a la oscuridad, pues la luz disipa las tinieblas. Y la fuerza del Señor, que es la fuerza de su luz, de su gracia y de su santidad, nos acompaña todos los días de nuestra vida, hasta el final de los tiempos. Por esa razón en este amanecer vamos a tomar la decisión, amigo y amiga que me lees, de comprometernos a llevar la Palabra del Señor, sin importar la actividad que tú realices, por muy sencilla que ésta sea, no hay excusa alguna que argumentar para no poder llevar la Palabra del Señor a quien no lo conoce o a aquellas personas que conociéndolo han cerrado sus ojos para no ver la luz. En esta mañana debemos prometer sinceramente que vamos a tener una transformación en nuestra vida, que vamos a tomar la decisión de transformar igualmente y de cambiar nuestra forma de conducirnos, nuestras actitudes frente a la vida, para ser más solidario con el desprotegido, con el humilde , para dedicarnos a nuestras actividades con amor, en la seguridad de que el Señor nos acompaña siempre y de que en la adversidad o dificultad de nuestra vida, el Señor está siempre con nosotros, para extendernos sus brazos y decirnos: “hijo mío, yo estoy contigo”. Solamente se requiere que tú le digas al Señor: “Señor Jesús, en este momento, yo abro las puertas de mi mente, de mi corazón, de mi espíritu, para que Tú te entronices en él, para que Tú te enseñorees en mi vida y pueda yo ser tu instrumento llevando una vida honrada, una vida productiva, desde el punto de vista material y espiritual, para que pueda ser solidario con los desprotegidos de esta tierra, para que me des discernimiento y poder determinar lo bueno y diferenciarlo de lo malo”. Por eso, Señor Dios, te decimos en este momento, “Concédenos serenidad para aceptar aquellas cosas que no podemos cambiar, concédenos valor para tener la fuerza suficiente de cambiar aquellas cosas que podemos, concédenos sabiduría para poder diferenciar entre las cosas que debemos aceptar y aquellas cosas que debemos cambiar”. ¡ÁNIMO!, ¡GOZO!, ¡ALEGRÍA!


— NOTA DEL AUTOR —


AMIGOS Y AMIGAS, esta oración con comentario incluido, forma parte de una larga lista de ellas y que movido por el Espíritu Santo, ofrendaba al Señor de Lunes a Viernes a las siete de la mañana, en un programa radial de opinión, en el que participaba en compañía de una periodista, en el cual mi persona le dedicaba tres minutos o más (dependiendo de la Producción y/o de Máster) a orar y analizar esa oración aplicándola a la cotidianidad de nuestra vida, de nuestros actos, de nuestras alegrías, tristezas, éxitos, fracasos, tragedias, tribulaciones, bonanza, prosperidad, bienestar, etc. Todo con la intención de establecer como verdad aquella según la cual Dios siempre está con nosotros, que todo lo que nos ocurre es para bien, que existe un plan o proyecto de salvación para cada uno de nosotros diseñado por el mismísimo Dios, cuyo cumplimiento, decisión y elección depende de ti. Así que —parafraseando la escritura bíblica— «DIOS NOS HIZO SIN NUESTRO CONSENTIMIENTO, PERO NO NOS SALVARÁ SIN QUE LE OFREZCAMOS ESE CONSENTIMIENTO». Es decir, nuestro permiso y autorización. El Señor es un caballero, y estará siempre a las puertas de nuestro corazón, para que le abramos y que pueda entrar para guiar nuestra vida y ofrecernos su santidad, gozo, alegría, discernimiento, sabiduría, y sus infinitos dones espirituales y materiales.

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Oración: “Amor cristiano”.

Por Mervy Enrique González Fuenmayor.

Tomada de su versión original del miércoles 23 de julio de 1997.

Trasladada a la red el lunes 13 de abril de 2009.

Ciudad y Municipio Maracaibo del Estado Zulia, República de Venezuela, América del Sur.

(Fragmentos elegidos de la sección: «MERVY GONZÁLEZ ESTÁ CONVERSANDO CON…» que formó parte de un programa radial en el que participó como conductor por espacio de cuatro años aproximadamente: 1996, 1997, 1998, 1999, que se trasmitía en una estación radioeléctrica ubicada en la ciudad de Maracaibo, Estado Zulia, República de Venezuela, América del Sur).

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ORACIÓN —

Dios mío, nuestro Padre y nuestro Señor Jesús,

allanen nuestro camino hacia vosotros

y que se nos haga crecer en el amor,

hasta desbordar de los unos hacia los otros,

y hacia todo lo demás.

Ese sentimiento como lo es el amor

y que nosotros os tenemos,

que haga firmes nuestros corazones,

santos e irreprochables ante Dios,

nuestro Padre,

para la venida de nuestro Señor Jesucristo

con todo su pueblo santo.

Es el amor que tenemos por el señor Jesús.

A ti señor te ofrecemos nuestra humildad

y nuestras carencias.

Enséñanos a crecer en el amor

que tú nos enseñaste, ¡oh! buen Jesús,

para traducir con hechos la conducta

que tú deseas que tengamos,

para agradarte, para glorificarte y santificarte.

Amén y amén.



— APLICACIÓN A NUESTRA VIDA —



EN ESTA HERMOSA CONVERSACIÓN CON EL SEÑOR debemos recordar a San Pablo, quien en la primera carta a Tesalonicenses en su capítulo 3, versos 11 al 13, desea un nuevo encuentro con sus fieles y que éstos crezcan en el amor mutuo y en la firmeza. Es como un augurio o petición indirecta y sorprendentemente se dirige a Dios, Dios Padre y al Señor Jesús al mismo tiempo. El amor efectivo de los unos hacia los otros y de todos hacia los demás, es lo que realmente hace el ser cristiano. Crecer en el amor es condición indispensable para que el amor no muera. No es para obra del Hombre, es la fuerza del amor infinito, sentido y conocido, que al revelarse en Cristo le da la firmeza al cristiano. El amor es el documento de identidad para el momento del juicio, que lo pondrá todo en claro. En el amor a los demás, se está uno decidiendo ante lo último, ante la meta de la vida cristiana. Mientras el amor no desborde, no se está preparado para llegar, ni se está siquiera de cara hacia la meta, y de ello depende la propia realización o salvación. ¡ÁNIMO!, ¡GOZO!, ¡ALEGRÍA!



— NOTA DEL AUTOR —


AMIGOS Y AMIGAS, esta oración con comentario incluido, forma parte de una larga lista de ellas y que movido por el Espíritu Santo, ofrendaba al Señor de Lunes a Viernes a las siete de la mañana, en un programa radial de opinión, en el que participaba en compañía de una periodista, en el cual mi persona le dedicaba tres minutos o más (dependiendo de la Producción y/o de Máster) a orar y analizar esa oración aplicándola a la cotidianidad de nuestra vida, de nuestros actos, de nuestras alegrías, tristezas, éxitos, fracasos, tragedias, tribulaciones, bonanza, prosperidad, bienestar, etc. Todo con la intención de establecer como verdad aquella según la cual Dios siempre está con nosotros, que todo lo que nos ocurre es para bien, que existe un plan o proyecto de salvación para cada uno de nosotros diseñado por el mismísimo Dios, cuyo cumplimiento, decisión y elección depende de ti. Así que —parafraseando la escritura bíblica— «DIOS NOS HIZO SIN NUESTRO CONSENTIMIENTO, PERO NO NOS SALVARÁ SIN QUE LE OFREZCAMOS ESE CONSENTIMIENTO». Es decir, nuestro permiso y autorización. El Señor es un caballero, y estará siempre a las puertas de nuestro corazón, para que le abramos y que pueda entrar para guiar nuestra vida y ofrecernos su santidad, gozo, alegría, discernimiento, sabiduría, y sus infinitos dones espirituales y materiales.

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Artículo: “Domingo de Resurrección”

Por Alejandro Morales-Loaiza

Redactado y publicado originalmente el domingo 23 de marzo de 2008

Republicado especialmente para “Conversando con Dios” el domingo 12 de abril de 2009.

Ciudad y Municipio Maracaibo del Estado Zulia. República de Venezuela. América del Sur.


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“Al tercer día resucitó entre los muertos…”

EL DÍA DE HOY, QUERIDO LECTOR, aprovecho de llegar a usted en un tiempo que representa el gozo y la alegría más grande de toda la tradición cristiana: La resurrección de nuestro Señor Jesucristo. Este suceso brinda el testimonio fiel de la misericordia de Aquel que, preexistiendo divinamente a todo lo creado, se hizo hombre, padeció y murió dentro de la más pura manifestación de amor por los seres humanos; hoy, día en que se conmemora un año más de su triunfo sobre la muerte, nos llama vivamente a seguir su ejemplo con base en nuestra propia Pasión.

Adivinará pronto la vista inteligente que esta reflexión no va a dirigida principalmente a aquellos que en buen aprovechamiento de su tiempo de descanso se dedicaron a la decadencia y la depravación típica de la temporada de Pascua, relegándose a asistir a la Santa Eucaristía por una tradición que quizá vuelva para ellos en el mes de diciembre. Es así que he querido hacer llegar mis letras con mayor énfasis a aquellos que, aún sin saberlo, tuvieron su propia semana de padecimiento y muerte espiritual y que hoy desde las profundidades esperan por una resurrección que les devuelva la tan anhelada paz a su menguada existencia.

Sí, usted que pasó cada momento de esta semana en un permanente ir y venir del pensamiento sobre la vida, la muerte y el porvenir, usted que estuvo dudando sobre si vale o no la pena conmemorar algo que sucedió hace más de dos mil años, usted que en varias oportunidades se dijo “Si existe alguien allá arriba de seguro me odia”, ¿habrá quedado ciego ante su propia Pasión? ¿Continuará de tal modo su preocupación por la existencia terrenal que hará que ignore la esperanza de una resurrección a toda muerte, de un alivio a todo dolor y de un remedio a todo mal? ¡Cuánto nos cuesta asumir las promesas de nuestro Señor Jesucristo en los momentos de crisis!

Ahora le pido que se detenga un momento y reflexione sobre la semana, sobre su propia semana de Pasión, esa semana que quizá duró meses o incluso años, y dígame ¿no merecemos acaso salir del tiempo de tribulación para gozar en Cristo una resurrección espiritual? Analicemos sinceramente y procuremos no engañarnos, ya bien dice mi querido amigo el Doctor Mervy Enrique González Fuenmayor que “también hay quien salta del Domingo de Ramos al Domingo de Resurrección sin pasar por la Pasión”; están con el resucitado pero no estuvieron con el crucificado, todo dentro del pensamiento humano de evitar a toda costa el sufrimiento. (Seguro estoy que, aunque la salud al Doc le trató duramente en los días precedentes, el día de mañana se reirá conmigo de aquello por lo que pasó).

Si bien mi mensaje clama por que abra usted su espíritu a ataviarse con la vestidura del Hombre Nuevo de la que habló San Pablo dejando atrás los momentos aciagos, procuro en él no despreciar al sufrimiento ni al dolor por considerarles un camino muy necesario a la reconversión cristiana. Tanto como el dolor -biológicamente considerado-, cumple con la función de informarnos de que algo no va bien con nuestro cuerpo, el padecimiento espiritual nos recuerda que debemos retomar las riendas de nuestra vida y hacer ese cambio que, a manera de aliciente o medicina nos cicatrice la herida sangrante que no nos deja continuar con buen pie. Considere lo que sería del ser humano si fuese totalmente incapaz de sentir dolor ¿Cuántos de nosotros no moriríamos de una simple congestión estomacal? Es así que Dios permite que el dolor exista para algo bueno: y esto es para que no muramos en la carrera por alcanzar la vida eterna. Recordando a Cristo en el Evangelio según San Mateo “¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero, si pierde la vida? ¿O cuánto podrá pagar el hombre por su vida?” Sería totalmente nuestro el mundo si no tuviésemos dolores ni padecimientos, pero ello nos condenaría a una muerte segura.

Si en algún momento de su vida piensa que la cruz que carga es muy grande, tómela sobre su hombro y condúzcase con la fe que le hará ver que en su tribulación sigue al Maestro, y que todo el que se crucifica con Él, de corazón, como lo hizo el ladrón arrepentido, recibirá una pronta resurrección y la vida eterna. Dése la oportunidad de sufrir, dése la oportunidad de reflexionar, pero dése también la oportunidad de resucitar a través de la misericordia y el perdón.

Finalmente, mi muy querido lector, pido a Dios Padre Todopoderoso, a nuestro Señor Jesucristo, a nuestro Espíritu Santo y con la intercesión de la bienaventurada virgen madre María, que con su bendición nos permitan despertar a la renovación espiritual en la esperanza de la vida eterna. Amén y Amén.

ADDENDUM – Comentario de Mervy Enrique González Fuenmayor.

“Estas reflexiones expresadas por el colega, amigo y dilecto discípulo: abogado Alejandro René Morales Loaiza, constituyen un verdadero aporte a la interpretación correcta del significado de la Semana Mayor, conocida también como Semana Santa. Se explanan en este artículo: “DOMINGO DE RESURRECCIÓN” con profundo y certero tino las diversas aristas de este tiempo de conversión o reconversión —según sea la hipótesis de la persona que se encuentra prisionera de sus disyuntivas, o de la vorágine que genera el mundanal ruido—, y que apuntan hacia una percepción totalmente distinta a la que hoy se tiene del cómo vivir este tiempo, considerado uno de los más importantes, dentro del ritual católico. Felicito al distinguido colega Morales Loaiza por su congruente, acertado —y por demás conforme a las precisiones teológicas—, examen, análisis y conclusiones sobre su apreciación del estado degenerativo en que se encuentra la sociedad actual respecto de los valores tradicionales, trascendentales y más puros del ser humano. Del mismo modo me permito testimoniarle mi felicitación por la claridad con la cual desarrolla los aspectos bíblicos del tema. ¡Avanti caro amico!

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Artículo: “¿Jesús Resucitó?”

Por Mervy Enrique González Fuenmayor.

Redactado y publicado el sábado 11 de abril de 2009

Ciudad y Municipio Maracaibo del Estado Zulia. República de Venezuela. América del Sur.


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NO SOLAMENTE LOS INCRÉDULOS sino también los creyentes —en algunas oportunidades—, han dudado de la resurrección de nuestro Señor Jesucristo. Esto sucede cuando no se tiene una fe vigorosa, cuando no hay una verdadera conversión, cuando decimos que creemos en Dios, pero “por si acaso”, «de que vuelan… vuelan», implicando tal afirmación la debilidad de nuestra fe y la creencia en más de un solo señor, creer en brujos, hechiceros, espiritistas, rosacruces, etc. Algunos han calificado a este tipo de personas como verdaderos positivistas, es decir, personas que creen únicamente en lo que ven y en aquello que puede ser probado. Son también —según afirman los expertos—, escépticos, que dudan de todo y no creen en nadie, no obstante que pudieran andar frecuentemente predicando incluso la Palabra de Dios, con la Biblia bajo el brazo, pero dudando de lo que predican y de la certeza de la Palabra del Señor.

Existe una expresión según la cual «la duda mata la fe». Esta sentencia afecta la estructura, la base, el fundamento y los postulados supremos del cristianismo. La catolicidad, la doctrina cristiana, presumen la existencia de dogmas de fe, que deben aceptarse sin cuestionamientos. A nadie se le obliga a ser católico cristiano, y si aceptamos serlo, por ese sólo hecho debemos también aceptar los dogmas de fe. Dios nos concedió libre albedrío, libre arbitrio, la posibilidad de decidir, de escoger, de admitir cualquier idea, creencia, fe o inclinación. De allí la respuesta a la proliferación de las numerosas sectas que hoy invaden a la Humanidad. Hay «iglesias» para todos los gustos, colores y sabores. Muchos «pastores» de esas falsas iglesias, de esas sectas, manipulan, interpretan y acomodan la Palabra de Dios según su propia conveniencia, que en definitiva no es más que una conveniencia económica. La Humanidad, la Historia y la Sociedad, han dado cuenta de estas falsas doctrinas que terminan siempre con el descubrimiento de que las cabezas visibles de esas sectas son estafadores de oficio, engañadores, tramposos, embaucadores y personas que llevan una doble vida. Por supuesto deben hacerse excepciones, que son aquellas relacionadas con los individuos que realmente creen que su predicación es la que acertadamente se conforma al Texto Sagrado, aunque sabemos que están equivocados, porque Dios fundó una sola iglesia en la cabeza de Pedro, primer pontífice de la Iglesia Universal Católica Cristiana. Todas las demás «iglesias» son fundadas por hombres y en consecuencia no son verdaderas, ni legítimas, ni auténticas, ni mucho menos fundadas por Dios. De allí que haya de afirmarse de una manera categórica y precisa que la única iglesia documentada, acreditada y legitimada por las Santas Escrituras, es nuestra Santa Iglesia Católica.

La interrogante sobre la resurrección de nuestro Señor Jesucristo generalmente surge de individuos y personas que están alejadas de las enseñanzas del Señor, o aquellas que siendo creyentes poseen una fe débil y enclenque, además de no participar en su profesión de fe, están alejados del cumplimiento de los mandatos de Dios, no celebran la eucaristía de manera frecuente y cuando lo hacen, son o asumen la actitud de los convidados de piedra, de asistentes a una fiesta de la cual no participan, son aguafiestas, meros espectadores de la realidad circundante. Por otro lado se trata también de gentes que no escudriñan la Palabra de Dios, que no oran, que no se preocupan por conocer aún más de la grandeza, de la misericordia y del amor de nuestro buen Jesús, el Hijo de Dios. Son analfabetas bíblicos o analfabetas cristianos. Desconocen la importancia, la trascendencia y la necesidad de vincularse con la Palabra de Dios. Todas estas situaciones se combinan para dilatar, engrandecer y generar mayores dudas sobre la resurrección de Jesucristo.

Quienes se encuentren en esta situación, necesariamente no cuentan con una sólida base de cognición espiritual para sostener y defender en cualquier foro, lugar o rincón, la certeza, la firmeza, la categórica e irrefutable verdad sobre el hecho o situación de que Jesucristo resucitó al tercer día después de su muerte. Sin embargo, se podrá incluso carecer de los conocimientos bíblicos necesarios para creer en esa resurrección y aún así aceptar que la misma ocurrió, bastando para ello la tenencia o posesión de una fe firme, fuerte y resistente ante cualquier duda o contrariedad. Algo así como la fe de Moisés, de Pedro, de Job, del centurión romano, de Jairo, del paralítico, de Bartimeo, de Pablo, etc.

De manera que negar la resurrección de Jesucristo es una necedad y una posición que no resiste ni el más leve análisis. Jesucristo resucitó según las profecías. Dan cuenta de ello las apariciones que hizo después de su muerte. Así como las continuas investigaciones arqueológicas que se han venido desarrollando a lo largo de estos últimos 2000 años.

De seguidas transcribiré algunos párrafos extraídos de el libro «CIEN PREGUNTAS A LOS CATÓLICOS» del autor HERBERT MADINGER (Caracas Venezuela. Ediciones Paulinas. Págs. 136-138), que permitirán al lector adquirir algunas informaciones elementales sobre algunos hechos y circunstancias vinculados con la resurrección de nuestro señor Jesucristo.

“Tú te preguntas si hay realmente milagros. Sí, efectivamente ocurren milagros hechos por Cristo y su iglesia es una prueba de que Dios está actuando.

Jesucristo se remite en varias ocasiones a sus milagros: “si no hago las obras de mi Padre, no me creáis” (San Juan 10:37). “Las obras que Yo realizo dan testimonio de mi, que es el Padre quien me ha enviado” (San Juan 5:2.36). Estas obras de Cristo son auténticos milagros. Las curaciones a distancia, la resurrección de un muerto que llevaba ya cuatro días en el sepulcro, la multiplicación de los panes, etc. Son obras imposibles de realizar por un ser humano, pues los hombres no somos omnipotentes.


El milagro más decisivo y más importante de Cristo es su resurrección. La fe de la iglesia primitiva se basó especialmente en este milagro. La resurrección de Cristo de entre los muertos fue el tema esencial de la predicación en la comunidad primitiva cristiana. Las predicaciones de San Pedro y las cartas del apóstol San Pablo conservadas hasta el presente se remiten continuamente a la resurrección de Cristo. Los apóstoles casi consideraron como su verdadera misión dar testimonio de la resurrección de Cristo. Por esa razón en la elección del nuevo apóstol Matías exige San Pedro: “es pues necesario que de en medio de los varones que nos han acompañado durante todo el tiempo en que entre nosotros entró y salió el señor Jesús, se haga con nosotros testigo de su resurrección” (Hechos de los apóstoles 1: 22). Por ese testimonio ellos abrazaron también la muerte.

En su predicación San Pedro se remite de continuo a la resurrección de Jesús como prueba de que Cristo es realmente el Mesías. En el discurso de Pentecostés, en el interrogatorio ante el Sinedrio, en la instrucción para el bautismo de Cornelio, en la curación de un tullido de nacimiento, etc., San Pedro predica constantemente: “a quien Dios ha levantado de entre los muertos; de lo cual nosotros somos testigos” (Hechos de los Apóstoles 3:15).


Del mismo modo, las predicaciones San Pablo en Antioquia, Tesalónica, Atenas y Cesárea, reseñadas en los Hechos de los Apóstoles, pregonan continuamente la resurrección de entre los muertos. En su primera carta a los corintios, escrita en el año 56, San Pablo se remite incluso a 500 hermanos en Cristo a los que se les apareció el Señor repentinamente y Pablo escribió en aquella ocasión: “de los cuales la mayor parte viven hasta ahora” (primera carta a los corintios 15:6).


La Biblia describe con gran insistencia la muerte real de Jesús, su última exclamación, la lanzada abierta en su costado, para asegurarse de su muerte; el desprendimiento, la sepultura, la colocación de la losa sepulcral y la guardia del sepulcro.


DOCE APARICIONES DE JESÚS, DESPUÉS DE SU MUERTE, DOCUMENTADAS EN LA SANTA BIBLIA:


Total, la Biblia nos habla del 12 apariciones del resucitado:1.- A María Magdalena “el primer día de la semana” (domingo de la resurrección); 2.- A las mujeres que fueron a visitar el sepulcro; 3.- A los discípulos de Emaús; 4.- A Pedro el domingo de resurrección; 5.- A los once apóstoles reunidos en el cenáculo el día de la resurrección; 6.- A los discípulos en la reunión durante la cual San Pedro fue instituido pastor supremo del rebaño de discípulos —incluido Tomás—, ocho días después; 7.- La aparición junto al mar de Tiberíades; 8.- La aparición en el monte de Galilea, durante la cual Cristo transfigurado impartió la orden de la misión; 9.- Los últimos avisos del resucitado en Jerusalén 10.- La ascensión a los cielos ; 11.- La aparición a los 500 hermanos; Al Apóstol Santiago; y 12.- finalmente el Señor transfigurado se le apareció aún a Saulo delante, camino de Damasco.


Los apóstoles no eran hombres crédulos. Dudaron continuamente de los relatos de las personas a las que se había aparecido el Señor. Pero estos relatos aparecieron ante los ojos de ellos como un delirio, y no les dieron crédito (San Lucas 24: 11). “…pero tampoco a ellos les creyeron” (San Marcos 16: 13). Y cuando Jesús aparece repentinamente a sus discípulos, “ellos creían ver un espíritu” (San Lucas 24:37). Jesús tiene que comer y beber con sus Apóstoles, dejarse tocar por ellos y mostrarle su manos y sus pies antes de que ellos crean. Pese a todas éstas pruebas, Tomás duda aun: “si yo no veo en sus manos las marcas de los clavos, y no pongo mis manos en su costado, de ninguna manera creeré” (San Lucas 20:25). Ocho días después: “Alarga tu mano y métela en mi costado y no seas incrédulo, sino creyente” (San Lucas 20:27. Sólo podemos pedir al Dios que también nosotros podamos responder con Tomás en un modo cada vez más profundo: “¡Señor mío y Dios mío!” (San Juan 20:28).”

Termino con una frase extraída del Nuevo Testamento: “DICHOSOS AQUELLOS QUE CREEN EN MÍ SIN HABERME VISTO” ¡Ánimo! ¡Gozo! ¡Alegría!

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La Nota Corta: “Perseguir la Verdad”.

Por Mervy Enrique González Fuenmayor.

Redactada el jueves 9 de abril de 2009

Publicada en la Red el viernes 10 de abril de 2009.

Ciudad y Municipio Maracaibo del Estado Zulia, República de Venezuela, América del Sur.

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LA EXISTENCIA DEL SER HUMANO gira fundamentalmente en torno a un conjunto de interrogantes que hacen de su vida una búsqueda incesante de respuesta a muchas preguntas. Una de ellas es la Verdad. Esa investigación, esa averiguación, esa pesquisa, no se limita única y exclusivamente a los aspectos cotidianos de la existencia, como por ejemplo: el lugar dónde estudiar, la profesión a desarrollar, la mujer que va a ser la esposa, las decisiones domésticas que hay que tomar, así como todas aquellas que exige el desarrollo de una vida normal. Buscar la verdad se transforma en el desideratum, la razón de ser, la búsqueda de nuestra esencia, la búsqueda de la plenitud, la búsqueda del principio y del fin; en definitiva, la búsqueda de Dios. El Señor representa la verdad, Él es la verdad, la llena toda, la desarrolla toda, Él es el comienzo y el final, en Él, todas las cosas fueron hechas y por Él vivimos y morimos y para Él somos todos y todas. Dios, que es la verdad, es lo concreto pero también lo abstracto, la vida pero también la muerte. No se puede vivir sin el Señor, por lo tanto el buscar la verdad se traduce en buscar a Dios. Desafortunadamente el Hombre a través de su historia ha equivocado el camino y por ello los resultados que arrojan los diferentes estadios sociales, políticos, económicos, religiosos, etcétera, por lo que ha discurrido la Humanidad desde su inicio, nos muestran lo funesto, lo trágico, lo equivocado que el Hombre ha vivido, persiguiendo quimeras y metas divorciadas de la Palabra de Dios. Mientras no se logre comprender que sin Dios no se puede hacer nada, el futuro de la sociedad seguirá siendo el mismo: las desviaciones, las inmoralidades, las traiciones, las injusticias, las guerras, la violencia, los engaños y todas aquellas actitudes y conductas contrarias a lo ético, lo moral y lo honesto. Mi oración se dirige al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, con la intercesión de nuestra virgen madre María, madre de Dios y madre nuestra, para que nos concedan la suficiente comprensión, entendimiento y sabiduría para saber elegir la verdad en todos los períodos y en todos los momentos de nuestra vida. ¡Ánimo! ¡Gozo! ¡Alegría!

(Esta reflexión ha sido tomada parcialmente del comentario al Vídeo Reflexivo “BUSCANDO LA VERDAD” de Mervy Enrique González Fuenmayor publicado el 04 de septiembre de 2008).

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Oración: “Quiero ser amable, bueno y confiado”.

Por Mervy Enrique González Fuenmayor.

Tomada de su versión original del jueves 17 de julio de 1997.

Trasladada a la red el viernes 10 de abril de 2009.

Ciudad y Municipio Maracaibo del Estado Zulia, República de Venezuela, América del Sur.

(Fragmentos elegidos de la sección: «MERVY GONZÁLEZ ESTÁ CONVERSANDO CON…» que formó parte de un programa radial en el que participó como conductor por espacio de cuatro años aproximadamente: 1996, 1997, 1998, 1999, que se trasmitía en una estación radioeléctrica ubicada en la ciudad de Maracaibo, Estado Zulia, República de Venezuela, América del Sur).

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ORACIÓN —

Tú eres mi Dios único y verdadero.

Tú el único de todos.

Tú el centro de mi vida.

Mi corazón es tuyo y solamente tuyo.

Mi Dios y mi tesoro.

Quiero sentirte vivo en mi,

calor de mi alegría.

A tus pies estoy, Señor.

Tú eres el pan y la mesa

y yo Lázaro el enfermo,

en espera del bocado,

del bocado caliente de tu Evangelio.

Qué sabroso amanecer

con olor a pan de cielo,

y qué alegría saber

que en el pan Tú estas cubierto.

Aumenta mi fe.

Llena mi corazón

de una fe grande y autentica,

fe de niño pequeño,

fe de granito de mostaza

que se entierra en el suelo

y de su muerte nace un árbol

con ilusión de cielo.

Auméntame, Señor, la fe,

en esta Pascua de mi tiempo.

Quiero ser niño ¡oh! Señor.

Enséñame, Jesús, a valorar

los ojos de los niños.

Es tan inmaculada su pupila

y tan sutil el cáliz de su flor;

y dame un corazón de niño

abierto a la alegría del amor.

Amén y amén.



— APLICACIÓN A NUESTRA VIDA —


CUANDO ABORDAMOS AL SEÑOR CON NUESTRO CORAZÓN ABIERTO, con un corazón contrito, cuando dejamos de lado todas nuestras actitudes negativas: el odio, el rencor, la envidia y la incapacidad de perdonar, cuando estamos en la presencia de nuestro señor Jesús y entablamos una plática amorosa con él, dejando que su dulce presencia nos invada totalmente, entonces emerge la sinceridad del planteamiento, la glorificación y la santificación al Señor, el reconocimiento de su cualidad de ser unigénito, de ser el Hijo de Dios, de ser el Redentor y el Salvador, el Ungido. También es momento adecuado para pedirle al Señor que nos haga amables, buenos y confiados. Señor Jesús, único bueno, quiero ser feliz, tú lo sabes, y sé que lograré esa felicidad, poniendo en práctica las obras del espíritu, las obras que tu espíritu de amor logra en mí. Seré feliz si soy amable. Seré feliz si soy grato en mis palabras y en mis obras, si hay dulzura en mi corazón y en mi accionar. Seré feliz, Señor, si hay suavidad en mi interior y en mis modales, suavidad que no será falta de vigor, sino ausencia de violencia. Jesús, mi bueno y afable amigo, dame la felicidad de ser amable. Señor Jesús, quiero ser feliz y tú lo sabes, y la felicidad consistirá en hacer el bien a quien se cruce en mi camino, convirtiendo al lejano en mi próximo, en mi prójimo. Debo buscar no mi propio bien sino el bien para el otro. Mi búsqueda será de tal intensidad, que debería alcanzar el bien para el otro. El otro también será, porque yo busqué y encontré el bien para el otro. Tú, Jesús, que conoces mis entrañas y penetras lo más profundo de mi espíritu, de mi alma y corazón, sabes perfectamente que cuando he buscado y encontrado el mal para el otro, cuando fui malo, fui también desgraciado y la infelicidad embargó mi alma. No se puede ser feliz sino del bien y en el bien para el otro. Señor Jesús, muchas veces me invade la desconfianza que me hace un desesperado frente a ti y también me invade la desconfianza ante los hermanos, sospecho de ellos, preveo todos los deslices en que puedan caer para saltar sobre ellos, como sobre una presa codiciada. Muchas veces, Señor, estoy triste ante esta situación que me domina. Quiero salir de ella, pues la tristeza no fue hecha para un cristiano. Heme aquí, Cristo bueno, Cristo afable. Heme aquí confiado y dispuesto a recomenzar el buen combate, dispuesto a vivir según los ritmos de tu espíritu de bondad. De este modo seré signo claro de que tu espíritu no vino en vano. ¡ÁNIMO!, ¡GOZO!, ¡ALEGRÍA!



— NOTA DEL AUTOR —


AMIGOS Y AMIGAS, esta oración con comentario incluido, forma parte de una larga lista de ellas y que movido por el Espíritu Santo, ofrendaba al Señor de Lunes a Viernes a las siete de la mañana, en un programa radial de opinión, en el que participaba en compañía de una periodista, en el cual mi persona le dedicaba tres minutos o más (dependiendo de la Producción y/o de Máster) a orar y analizar esa oración aplicándola a la cotidianidad de nuestra vida, de nuestros actos, de nuestras alegrías, tristezas, éxitos, fracasos, tragedias, tribulaciones, bonanza, prosperidad, bienestar, etc. Todo con la intención de establecer como verdad aquella según la cual Dios siempre está con nosotros, que todo lo que nos ocurre es para bien, que existe un plan o proyecto de salvación para cada uno de nosotros diseñado por el mismísimo Dios, cuyo cumplimiento, decisión y elección depende de ti. Así que —parafraseando la escritura bíblica— «DIOS NOS HIZO SIN NUESTRO CONSENTIMIENTO, PERO NO NOS SALVARÁ SIN QUE LE OFREZCAMOS ESE CONSENTIMIENTO». Es decir, nuestro permiso y autorización. El Señor es un caballero, y estará siempre a las puertas de nuestro corazón, para que le abramos y que pueda entrar para guiar nuestra vida y ofrecernos su santidad, gozo, alegría, discernimiento, sabiduría, y sus infinitos dones espirituales y materiales.

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Vídeo Reflexivo: “Niña, ¡párate!”.

Grabado el jueves 19 de marzo de 2009.

Trasladado a la red el jueves 9 de abril de 2009.

Comentario de Mervy Enrique González Fuenmayor

Ciudad y Municipio Maracaibo del Estado Zulia, República de Venezuela, América del Sur.

LA PALABRA DE DIOS, tomada del Evangelio según San Marcos (5,35-43), nos presenta un cúmulo de enseñanzas extraordinarias en orden de entender las mismas y en relación con nuestras vivencias diarias. La fe, la muerte, la resurrección y el poder de Dios se destacan con gran fuerza en este hermoso texto bíblico que a continuación transcribimos:

EVANGELIO SEGÚN SAN MARCOS 5,35-43:

35 Todavía estaba hablando, cuando llegaron unas personas de la casa del jefe de la sinagoga y le dijeron: «Tu hija ya murió; ¿para qué vas a seguir molestando al Maestro?».

36 Pero Jesús, sin tener en cuenta esas palabras, dijo al jefe de la sinagoga: «No temas, basta que creas».

37 Y sin permitir que nadie lo acompañara, excepto Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago,

38 fue a casa del jefe de la sinagoga. Allí vio un gran alboroto, y gente que lloraba y gritaba.

39 Al entrar, les dijo: «¿Por qué se alborotan y lloran? La niña no está muerta, sino que duerme».

40 Y se burlaban de él. Pero Jesús hizo salir a todos, y tomando consigo al padre y a la madre de la niña, y a los que venían con él, entró donde ella estaba.

41 La tomó de la mano y le dijo: «Talitá kum», que significa: «¡Niña, yo te lo ordeno, levántate».

42 En seguida la niña, que ya tenía doce años, se levantó y comenzó a caminar. Ellos, entonces, se llenaron de asombro,

43 y él les mandó insistentemente que nadie se enterara de lo sucedido. Después dijo que le dieran de comer.

Debemos detenernos a reflexionar sobre la actitud del jefe de la sinagoga, cuando llegaron de su casa manifestándole que su hija ya había muerto y que era innecesario seguir molestando al Maestro. No obstante Jesús se dirigió a el reiterándole que no temiera, que tuviera fe. En esta parte del relato cabe suponer que Jesús vio con agrado la fe del jefe de la sinagoga, por lo cual le insiste: “que no tema, que tenga fe”, es decir, que mantenga la fe con la que le pidió al principio que fuera a su casa y la sanara. Es un ejemplo de la fe que nosotros debemos profesar: fe sincera, fe indubitable, fe activa, fe dinámica, fe ciega. También es destacable la situación en la que Jesús ordena que los curiosos, averiguadores y buscadores de espectáculos, se marchen del sitio, con esto Jesús coloca su acción restauradora de la vida, fuera de lo milagrero, del show, de la variedad, de la función circense, etc.

La niña muerta a la orden de Jesús se levanta, lo que muestra la autoridad de Jesús sobre la muerte. Finalmente manda a que le den de comer. En este aspecto, entendemos que la niña necesita comer porque su resurrección es física y no espiritual. Recuérdese que el primer resucitado espiritualmente fue el Hijo de Dios. Bien sabemos que la escritura sagrada nos enseña que los espíritus ni comen ni beben. Del mismo modo en el vídeo reflexivo que ofrecemos a ustedes, se tocan otros asuntos, que seguro estoy, nos servirán de gran ayuda.

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La Nota Corta: “La brujería, el espiritismo y el dinero: ¿cuál es tu ídolo?”.

Por Mervy Enrique González Fuenmayor.

Redactada el miércoles 8 de abril de 2009

Publicada en la Red el jueves 9 de abril de 2009.

Ciudad y Municipio Maracaibo del Estado Zulia, República de Venezuela, América del Sur.

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En estos tiempos, hermanos y hermanas, es bueno reflexionar que tenemos que dejar a un lado los ídolos que la sociedad nos ofrece en esa vorágine de transculturación. No seamos idólatras ni supersticiosos, porque tenemos a Cristo, tenemos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, junto a la virgen venerable, nuestra madre María. Señor Dios, Padre todopoderoso y eterno, único digno de gloria, sé que sólo a ti debo adorar si quiero ser feliz. A veces adoro a hombres y a objetos; soy un idólatra. Tú fuiste honrado por los justos de la antigua alianza, Tú eres honrado en tu hijo por quienes hoy te amamos. Reconocen en su persona a ti en su presencia. Sé que en el cielo todo será adoración y caridad. Sé que allí no podremos hacer otra cosa sino adorarte en el cara a cara de tu visión. Pero mi tragedia, Señor, es aquí. No debo honrarte desde la carne sino en espíritu y en verdad. Sé que la idolatría es un gran pecado y aunque no sea un idólatra con toda su grave formalidad, me he forjado ídolos que te reemplazan: el dinero, tal o cual artista de cine, mi ropa fina, mi fama, mi cultura, y me doy cuenta, Señor, que a esta actitud de espíritu añado la superstición, que es un feo modo de infidelidad. Falsos ídolos que surcan la historia de nuestro pueblo. También, Señor, a veces creo en la magia y en la posibilidad de ciertos males y pavas, y me pregunto: ¿qué lugar ocupas Tú en todo esto? ¿No eres Tú acaso más grande que los magos?, ¿no eres más poderoso que los hacedores de males?, ¿no eres Tú, Señor, más inteligente que las curanderas que descubren mi pava? Soy un infeliz en el sentido propio de la palabra. No he sabido descubrir que Tú eres la sabiduría y que sólo Tú eres capaz de llenar mis ansias de felicidad, así como capaz eres de atenuar mis miedos. No me he dado cuenta, a pesar de los años que llevo de bautizado, que en tu Palabra debo encontrar mi paz, y mi salvación. Que sólo allí está revelado todo lo que necesito para saciar mis deseos y más allá del hambre de Dios que llevo en mí. Señor Jesús, nuevamente hazme feliz, barre con mi idolatría, y mi superstición. ¡Ánimo! ¡Gozo! ¡Alegría!

(Esta reflexión ha sido tomada parcialmente de la oración “ERES QUIEN ERES, SOBRE TODO” de Mervy Enrique González Fuenmayor publicada el 8 de febrero de 2009).

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