Oración: “Tanto amor me sobrepasa”.
Por Mervy Enrique González Fuenmayor.
Tomada de su versión original del martes 05 de agosto de 1997.
Trasladada a la red el miércoles 11 de febrero de 2009.
Ciudad y Municipio Maracaibo del Estado Zulia, República de Venezuela, América del Sur.
(Fragmentos elegidos de la sección: «MERVY GONZÁLEZ ESTÁ CONVERSANDO CON…» que formó parte de un programa radial en el que participó como conductor por espacio de cuatro años aproximadamente: 1996, 1997, 1998, 1999, que se trasmitía en una estación radioeléctrica ubicada en la ciudad de Maracaibo, Estado Zulia, República de Venezuela, América del Sur).
— ORACIÓN —
Gracias, Padre.
Tu amor al Hombre
se llama Jesucristo.
Con él me has regalado
lo más profundo de tu ser.
Él es tu salvación en mí,
¡qué insondable es tu amor!
Hazme sentir esta alegría
en lo profundo de mi corazón.
Crece tú en mí, Señor
y haz disminuya yo.
Tú eres simiente de vida
sembrado en mi corazón.
Crece tú en mí
y haz que disminuya yo.
¿Hay acaso alegría más grande
que ser aurora del sol?
Señor, dame de esa agua.
Tú eres mi pozo.
De ti quiero beber el agua viva,
el amor y la gracia del perdón,
de la paz y de la justicia.
Mis labios tristemente
se saciaron en fuentes corrompidas,
dame, Señor, del agua
que brota de tus ojos fresca y limpia.
Busco tu vida en plenitud.
El hombre busca vida en plenitud
Y Tú, Señor, te ofreces a ser
manantial de vida para el corazón que cree.
Tú eres mi Pascua verdadera,
mi gozo en clara fuente.
Gracias, señor Jesús, por tu bondad
en este día nuevo que amanece.
Amén y amén.
— APLICACIÓN A NUESTRA VIDA —
ES EXTRAORDINARIAMENTE HERMOSO Y MARAVILLOSO en este momento sostener una conversación con Dios. Sentir cómo su presencia va penetrando todo nuestro cuerpo, cuando nos acercamos a Él con un corazón contrito arrodillados en su presencia, glorificando su santo nombre y abriendo nuestra mente, cuerpo y espíritu, nuestro corazón a su Palabra y nos dejamos tomar por esa presencia hermosa que está frente a nosotros con sus brazos extendidos, con una mirada de amor y presto a seguir dándonos su misericordia, su paz y su amor. Por ello, hermano y hermana que me lees, debemos vivir una vida llena de paz, con alegría y con paz contagiosa. El Señor es el camino, la verdad y es la paz, pues Él es manso y humilde. Señor Jesús, príncipe de la paz y fuente de alegría. Sé que la alegría y la paz son obras del espíritu de amor que procede de ti y de tu Padre. Sé que la alegría y la paz son tu felicidad. Yo ando buscando la felicidad, a veces la encuentro y a veces no. Otras veces, Señor, pierdo la felicidad que un día encontré. Yo tengo, Señor, muchos motivos para vivir en alegría y en paz. No hay guerra en mi patria, tengo trabajo, tengo salud, tengo familia, soy cristiano. Tú me devuelves la paz, cuando después de pecar me arrepiento. Me devuelves la alegría cuando la tristeza invade mi alma. Tengo paz y alegría. Pero esa paz y alegría que me hacen feliz, no pueden quedar guardadas en una vitrina, en un armario, ni en mi corazón, ni en las cuatro paredes de mi pequeño hogar. Esa paz y alegría que tú me obsequiaste inmerecidamente, es tu paz y tu alegría. Tus dones son los que me hicieron feliz. Pero tus dones, Señor, son para expandirlos, multiplicarlos, cómo la buena semilla hambrienta de buena tierra. Sería yo un infeliz si no hiciera feliz a otros, aunque fuera a uno solamente. Señor Jesús, príncipe de la paz y fuente de alegría, dame la perseverancia de pedir a tu espíritu la fuerza para poder cumplir con tus obras .Dame el deseo y la perseverancia para comunicar los demás los bienes que tú me has dado gratuitamente, como siempre nos das tus cosas. Como siempre te nos das tú mismo. Haz que la felicidad que tengo por vivir tu paz y tu alegría se contagie a mis hermanos. ¡ÁNIMO!, ¡GOZO!, ¡ALEGRÍA!
— NOTA DEL AUTOR —
AMIGOS Y AMIGAS, esta oración con comentario incluido, forma parte de una larga lista de ellas y que movido por el Espíritu Santo, ofrendaba al Señor de Lunes a Viernes a las siete de la mañana, en un programa radial de opinión, en el que participaba en compañía de una periodista, en el cual mi persona le dedicaba tres minutos o más (dependiendo de la Producción y/o de Máster) a orar y analizar esa oración aplicándola a la cotidianidad de nuestra vida, de nuestros actos, de nuestras alegrías, tristezas, éxitos, fracasos, tragedias, tribulaciones, bonanza, prosperidad, bienestar, etc. Todo con la intención de establecer como verdad aquella según la cual Dios siempre está con nosotros, que todo lo que nos ocurre es para bien, que existe un plan o proyecto de salvación para cada uno de nosotros diseñado por el mismísimo Dios, cuyo cumplimiento, decisión y elección depende de ti. Así que —parafraseando la escritura bíblica— «DIOS NOS HIZO SIN NUESTRO CONSENTIMIENTO, PERO NO NOS SALVARÁ SIN QUE LE OFREZCAMOS ESE CONSENTIMIENTO». Es decir, nuestro permiso y autorización. El Señor es un caballero, y estará siempre a las puertas de nuestro corazón, para que le abramos y que pueda entrar para guiar nuestra vida y ofrecernos su santidad, gozo, alegría, discernimiento, sabiduría, y sus infinitos dones espirituales y materiales.